Por Pablo Scoufalos
Gaspar Iwanura Lorge (1985) es diseñador gráfico y fotógrafo. Cuando se compró su primera cámara llegaba a sacar 800 fotos por día. Estudió con Alberto Goldenstein y Guillermo Ueno, y dice: “con ellos supe más y entendí menos”. Editó su propio libro de fotos y admite ser “un poco exagerado” en la búsqueda de mantener su trabajo totalmente analógico. Afirma: “me atrae cuando veo la intención detrás de la foto”.
¿Cómo arrancaste con la fotografía?
Cuando estudiaba ingeniera informática me compré una cámara digital, una Olympus M, una chiquitita, y empecé a sacar fotos a la noche con mis amigos o lo que sea. Y sacaba 600, 700 fotos por noche. Era una locura pero no me parecía raro en ese momento. Una vez saqué 800 antes de haber llegado a la fiesta.
¿Tus amigos no te decían nada?
Después las 100 fotos ya da lo mismo (risas). Es un poco lo que hay que lograr para mí. Ahora, tengo una Mamiya RB67 e intimida más. Entonces en esta locura de sacar fotos vi un taller de extensión universitaria en la Facultad y me anoté. Ahí me dio clases Marianela Portillo, una gran artista que hacia un taller de exploración fotográfica, y no tan técnico como otros. Eso me gustó, me encontré yendo a la facultad a sacar fotos. Tal vez estaba en el laboratorio de química o nos juntábamos a estudiar análisis matemático, y yo estaba con la cámara. Al poco tiempo dejé ingeniería y me fui tres meses a Estados Unidos. Después volví y me anoté en diseño gráfico. Empecé el taller de imagen con Alberto Goldenstein en el Rojas y ahí empezó otra cosa. Supe más y entendí menos.
El año pasado hiciste tu primera muestra individual en la galería Pasto. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Crees que hay suficientes espacios para que expongan los fotógrafos?
Es difícil encontrar espacios para exponer y sobre todo es difícil encontrar el espacio que uno quisiera para exponer su muestra. No es que uno se imagina una muestra y el espacio se adapta. Es al revés, pero no me puedo quejar: había un espacio. Elegí la iluminación: de tubo, pareja, neutra. El clima ya lo tenía la foto, copias manuales enmarcadas una al lado de la otra, nada performático, algo clásico. El ideal no era de esa manera, por eso se me ocurrió hacer un libro. El libro que hice con mis fotos es lo más representativo de mi trabajo, no una selección fina como la que hice en la muestra. En la mejor selección no encontrás necesariamente el hilo o la concentración de tu trabajo, entonces tratás de mostrar que esa foto expuesta incluye a otras tantas fotos. En el libro está mi laburo de muchos años. Todas copias analógicas, que no son manuales pero tienen un trabajo de corrección de color en laboratorio, muchas las tuve que copiar varias veces para lograr el color que quería. Son fotos pegadas, el libro lo encuadernó Ana Paula Méndez y quedó espectacular: un objeto hermoso, sólido y contundente con el que estoy muy contento. Se llamó “Temporal” como la muestra, y por ahora todo lo que hago está dentro de esta serie, todo es parte de un único trabajo, una búsqueda que continúa.
¿Diferencias tu trabajo comercial y tu trabajo artístico?
Están separados porque no se tocan.
Leí que formás parte de “Nuez Fotografía”, un colectivo de fotografía. ¿Qué función tiene ese espacio?
Hace un tiempo que no nos reunimos pero sigue como espacio. Somos ocho fotógrafos, algunos viven de la fotografía dando clases o talleres, Mata Matayoshi con escaneos profesionales de películas, otras dos (Belén Mesina y Luján Montes) son copistas de blanco y negro, y tiene su Laboratorio llamado Potosí. La fuerza del grupo a veces facilita la búsqueda de un lugar para exponer o para conseguir financiación para hacer una publicación impresa, como hicimos nosotros. La revista la presentamos en Pasto, en Matienzo y en Casa Presa. Imprimimos la número 0 y 1 para la última muestra en Matienzo. En ese caso la propuesta era presentar nuestra mesa de trabajo, llenamos la pared y el piso de fotos, como si fuera nuestro taller, quisimos mostrar cómo trabajamos para hacer una revista. El material del que partimos para hacerla es inmenso, nos interesaba mostrar el trabajo silencioso de la edición que por momentos es hasta más importante que el de la toma.
Una vez vi un libro de Bresson que tenía las planchas de negativos y marcaban la famosa foto del hombre saltando sobre el agua que se utiliza para hablar del momento justo en la fotografía. Cuando vi los negativos me di cuenta que había dos planchas enteras del hombre saltando. Me gustó que hayan compartido eso, sacarle algo de la magia extraordinaria y mostrarlo como un trabajador me parece un buen gesto y ayuda a entender su trabajo.
¿Conocés a alguien que viva de vender fotos?
Ninguno de los fotógrafos que conozco puede vivir de vender sus fotos, sí de la fotografía porque dan talleres u buscan otros modos de trabajar en relación a ella. Lamentablemente son pocos los que conozco que puede dedicarse completamente a desarrollar un proyecto personal sin tener que trabajar en otra cosa la mayor parte del tiempo.
¿Ves mucha fotografía?
He mirado mucha fotografía, me encanta mirar libros pero creo que hay algo de saturación cuando ves muchas fotos: pasan como una película. Por otro lado, la compu no me termina de cerrar para la fotografía artística aunque obviamente la uso para laburar como diseñador. Lo que me importa no es la imagen, me interesa algo de esa energía y creo que la compu le pone una distancia tremenda. El hecho de la película sobre el papel, con ese color, con ese grano y profundidad, es como ponerte la réplica de una persona enfrente tuyo. Si yo pudiese ir y poner la situación real lo haría. Por eso en la muestra que hicimos hace poco en Santa colgué las fotos sin marco ni vidrio, las colgué con broches. Yo trabajo sobre el color. Cuando veo que de un monitor a otro cambia el color ya no sé por qué estoy corrigiendo dos puntos de magenta o dos puntos de verde. Por eso suelto y espero que sea lo mejor posible.
¿Tenés un proyecto fotográfico a largo plazo?
Ahora estoy tratando de hacer fotos con cita, con encuentro arreglados. Gente que ya conozco. No quiero montar escenografía, quiero ir a las casas. Todas las fotos que saqué hasta ahora son momentos de mi vida y trato de transmitirle algo de esa energía a quien la ve.
Actualmente sos docente de Morfología en FADU. ¿Darías cursos de fotografía? ¿Cómo sería una clase tuya?
Sí, lo pensé. En la clase compartiríamos fotógrafos que nos gustan, poesía y algo de teoría, como otros talleres a los que fui. El eje sería lo que hay arriba de la mesa, el material que está trayendo el alumno.
¿Qué pensás de la especificidad y de las denominaciones que hay hoy en día en los cursos de fotografía: fotografía de rock, fotografía callejera, fotografía experimental, autorretrato, etc. ¿Desconfías de ese tipo de docencia, preferís la clásica?
Yo estudié sobre todo con Alberto Goldenstein y con Guillermo Ueno, con quien más trabajé y con quién edité el libro. Creo que esos cursos específicos no son para fotógrafos avanzados, creo que son una forma de atraer a la fotografía, los que recién arrancan muchas veces no tienen ganas de sacar naturaleza muerta.
¿Cómo le decís a alguien que recién arranca que no te gusta su material?
Se lo digo. No me gusta cuando no veo una razón. Muchas veces se trata imitar a la fotografía, por ejemplo haciendo una foto del atardecer en el Cementerio de la Recoleta, teniendo esa idea cómo único motivo para sacar esa foto. Yo primero le preguntaría por qué hizo eso. Y si se quedara en silencio, le preguntaría para qué saca fotos. Quien quiera distraerse o divertirse usando la fotografía, está perfecto. A mí me atrae cuando veo una intención detrás de la foto, más allá de generar imagen.
¿A tus alumnos le dirías saquen muchas fotos, como vos hiciste cuando arrancaste?
Sí. Guillermo Ueno planteó algo que lo recuerdo siempre. Un violinista del Colón practica 8 o 10 horas por día, ¿qué te hace creer que un fotógrafo no necesita eso? Hay que sacar uno o dos rollos por día cuando empezás.
Decís que querés ver la intención de la foto. ¿Podés encontrar la intención o la razón después de sacarla?
Puede ser. A veces no sé muy bien por qué saco algunas fotos pero siento la necesidad de sacarla. Por ejemplo, la primera foto del libro me acuerdo de estar en Ciudad Universitaria con un grupo de amigos, veo a esa chica ahí tirada y vi la foto. Me agarro una desesperación para sacar la cámara, no podía no sacarla. Sentía la necesidad de hacerla, no tengo otra explicación. Si la razón es genuina y te gustó el color del atardecer en el Cementerio de la Recoleta, andá un mes seguido y fotografiá eso, y vas a encontrar algo más de eso que te gustó. Otro ejemplo: hacer una muestra de fotografía con celular. Puede haber cosas buenas ahí pero si detecto que el foco sólo está en la técnica, mostrar lo más raro posible y no tiene otra intención, no me interesa.
¿Escribís o hablás sobre tus fotos?
Para la muestra de Pasto escribí un texto. Me gustó hacerlo pero no tengo mucho más que decir que eso. Hasta que no me agarren ganas de hacer una serie, me parece que todo lo que hago se llama “Temporal”. Trata mucho de la vida, del tiempo y el temporal, momentos de tormenta por los cuales hay que atravesar. Entiendo lo que hice en mi vida a través de la fotografía. Me pone nervioso no tener la cámara en los momentos en lo que me gustaría fotografiar, algo de no retener lo que está sucediendo me pone incómodo. Cuando saco una foto a veces tengo la cámara durante una hora, charlo y cuando se me presenta la oportunidad, disparo.
¿Qué fotógrafos locales y extranjeros te gustan, te influencian?
Nan Goldin me influenció, un clásico para todos. Quedé marcado por su modo de fotografiar a su círculo, sus amigos, sus parejas. No me veo motivado por la generación de imagen que no me toque de cerca porque no le encuentro el sentido de hacerlo. De acá me gustan Marianela Portillo, Guillermo Ueno, Alberto Goldenstein, Matías Maroevic. Matías era de Nuez y su trabajo me interesa muchísimo siendo un fotógrafo muy alejado a mí por su concepción y su método de trabajo. No suele sacar fotos, de repente escucha un disco, lee algo que lo activó y saca diez rollos en una semana. Por momentos no lo llego a entender pero lo veo tan genuino que me conmueve.
De afuera está Matheus Chiaratti, un fotógrafo brasilero que me gusta. Y grandes de la fotografía: como dije, Nan Goldin, me gusta el relajo de Terry Richardson, Araki. El documental de Araki es buenísimo, entendí todo. Araki trabaja en un clima de total relajación tanto él como sus modelos. Me interesaría ver cómo labura Terry Richardson, seguro mucho más canchero y comercial, pero me interesa su liviandad sin cargar mucho al fotografiado. Terry está en esas fotos, está en la fiesta o las organiza. Eso me atrae. Otros que me gustan: Robert Frank, Wolfgang Tillsman me gusta mucho. Tillsman es muy moderno, con una edición entre desordenada, caprichosa, y buscando la relación de las imágenes. Por un lado puede hacer una foto parecida a Terry Richardson y por otro hay una fotografía de un papel verde. Cuando cuelga sus fotos, cuelga a 5 metros una foto de 2×2 metros y abajo hace una línea de 10 metros de fotos de 5 centímetros. A veces te pone la mejor foto de todas en una foto de 5 centímetros pero no es puro fuego artificial. Hay alguno que juegan con las presentaciones pero no hay vinculación entre las fotos. Él lleva las fotos en miles de tamaños y lo monta de acuerdo al espacio, en un lugar inesperado al lado de la puerta o lo que sea. Sugimoto es otro que me gusta, un japonés que fotografió los océanos, sólo el mar, la bruma. El libro se llama “Time Exposed” y habla del tiempo que se toma. Puede haber un océano todo negro, nublado y tres lucecitas. Debe ser el libro más caro del mundo, 100 dólares y es chiquitito. Otros que se me vienen a la mente: Fridlander, Daiane Arbus.
Así como Terry Richardson se autorretrata, ¿a vos te interesa eso?
Hice un par de autorretratos. Cindy Sherman me encanta y trabajó sólo con autorretratos pero con otras cuestiones, otras preguntas. Yo me veo en la foto y no me devuelve mucho mi imagen. Prefiero que me fotografíe otro, en verdad. Cuando saco una foto suele partir de un gesto o algo que vi en un momento, no algo que imaginé. Y cuando estoy yo en la foto no puedo ver ese gesto.
¿Conocés a Vivan Maier? Una niñera que vivía en Chicago, que sacó miles de fotos, a los chicos que cuidaba, personajes del barrio…
No la conozco, pero hay algo de las fotos familiares viejas que es buenísimo. Cuando tuve que hacerle un álbum a mi mamá por sus 50 años encontré un material con una calidad fotográfica altísima. No sé qué pasaba, sin darse cuenta hacían unas cosas increíbles. Ahora no creo que haya mucho de eso en las fotos familiares.
Dentro de algunos años vamos a mostrarles a nuestros hijos nuestras fotos de cuando éramos chicos y ya no va a ser tan emocionante, ¿no? Mucha foto con iphone.
Hay que seguir fotografiando con película. Se te caga el disco rígido o te afanan y chau. Yo no peleo contra eso igual, es ridículo. Pero con la foto digital, se reduce el error y hay millones de imágenes que te terminan de dar igual. Lo otro es papel sensible proyectado a luz pasado por químicos con filtros de color. Cuando se acerquen a mis fotos no quiero que vean el pixel, quiero que vean el grano analógico, la pincelada. No es por conservar ninguna tradición, la foto vale como objeto para mí. Es una lucha interna también, soy un poco exagerado.
¿Estudiarías con alguien que no te gusten sus fotos?
No sé, puede ser. Por ejemplo, me interesa la experiencia de cómo se fotografía. Por ejemplo, la fotografía de Juan Travnik no es lo que más me interesa pero me dan ganas de saber cómo hace, se va un fin de semana y saca una foto. Me interesa el backstage, poder ver cómo otros viven la fotografía.
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